El éxito en los estudios depende en gran medida de una buena planificación.
Los estudiantes que
destacan no son habitualmente los más inteligentes, sino aquellos que saben
planificar su trabajo, aplican un buen método de estudio, están motivados y
tienen mucha confianza en si mismo.
La planificación del estudio permite obtener mejores resultados y
hacer más llevaderos los estudios, evitando en gran medida los temidos
momentos de agobio.
No es lo mismo llevar
al día las asignaturas y en época de exámenes dedicarse a repasar, que perder
el tiempo durante el curso y cuando llegan los exámenes tratar de hacer lo que
no se ha hecho antes, con jornadas de estudio maratonianas, agotadoras, con una
enorme ansiedad y con muchas probabilidades de que esa gran "paliza"
final no sirva para nada (ni para aprobar, ni por supuesto para aprender).
Planificar el estudio es sencillamente organización y para ello el
estudiante debe responder a las siguientes preguntas:
¿Qué material hay que dominar perfectamente de cara a los exámenes?
¿Qué esfuerzo hay que realizar para lograr este nivel de conocimiento?
¿De cuanto tiempo se dispone?
Y en función de las respuestas a las preguntas anteriores:
¿Qué esfuerzo diario
hay que realizar para llegar a los exámenes bien preparado?
Con ello se trata de determinar el ritmo de estudio diario
("velocidad de crucero") que hay que establecer desde el primer día
de curso (y no desde el segundo).
Cuando éste comienza el estudiante no dispone de toda la información
necesaria para precisar el esfuerzo diario que debe realizar, pero a medida que
el curso avanza sí es posible determinar cuantas horas necesita uno estudiar
diariamente.
A principios de curso es preferible ser precavido y establecer un ritmo
diario de estudio más duro.
A medida que va avanzando este ritmo se irá ajustando, aumentándolo o
disminuyéndolo según proceda.
Si en alguna
asignatura uno se va quedando retrasado pueden utilizar los fines de semanas
para darles un "empujón" y ponerlas al día.
El estudiante que consigue desde el primer día imprimir una velocidad de
crucero de 2 - 3 horas diarias de estudio (salvo en determinadas carreras
que exigirán más) irá asimilando y dominando las asignaturas de forma gradual,
sin grandes agobios finales, y podrá llegar a los exámenes con un elevado nivel
de preparación.
Para llevar una asignatura convenientemente preparada para un examen
hay que estudiarla en profundidad y una vez aprendida mantener esos
conocimientos frescos mediante repasos periódicos.
Esta primera preparación se realiza lección a lección, a medida que avanza
el profesor en su explicación.
Antes de comenzar a preparar una nueva lección es conveniente darle un
rápido repaso a la anterior y para ello pueden ser muy útiles los
esquemas-resúmenes elaborados de cada una de ellas.
Una vez realizado este trabajo inicial (el más duro), el estudiante debe planificar
los repasos. Habitualmente con tres repasos puede ser suficiente, si
bien no hay que tomarlo como un número exacto.
El primer repaso se realizará una vez visto la mitad del temario (o
un tercio, si la asignatura es extensa).
En el se revisarán todas las lecciones vistas hasta el momento, tratando de
conseguir un nivel de preparación similar al logrado el día en que se preparó
cada lección individualmente.
Este mismo repaso habrá que realizarlo con la segunda mitad de la
asignatura (o con el segundo y el tercer tercio).
El segundo repaso se debe comenzar unos 10 días antes del examen y
en el se abarcará todo el temario que entra en el mismo.
El tercer repaso se realizará en los 2 días previos al examen.
Es conveniente llevar una agenda en la que ir anotando todos
estos repasos y al mismo tiempo ir controlando que se van cumpliendo los
plazos previstos en el plan de estudio.
Este trabajo hay que hacerlo con cada una de las asignaturas.
A comienzos de cada trimestre el estudiante debe tomar un calendario
y señalar las fechas estimadas de los exámenes (las irá precisando más
adelante).
En función de dichos días fijará las fechas orientativas para el comienzo
de cada uno de los repasos de cada una de las asignaturas.
Se trata de una planificación preliminar que irá perfilando a medida que
avance el curso y vaya conociendo con mayor precisión el ritmo de cada
asignatura, su nivel de dificultad, los días definitivos de los exámenes, etc.
Con esta planificación el estudiante podrá llegar a las fechas de
los exámenes con todas las asignaturas convenientemente preparadas,
pendientes únicamente de un repaso final.
Hay que ser muy rigurosos con el cumplimiento de estos plazos.
Si uno se queda atrás
tendrá que acelerar, en cambio, si va por delante es preferible mantener dicha
delantera ya que le permitirá estar más tranquilo en los días finales.
Por último, señalar que agobiarse no es malo, siempre y cuando se
cuente con tiempo suficiente para reaccionar.
Agobiarse a principios del trimestre al ver que el temario es muy extenso
puede ser hasta beneficioso ya que hará que uno imprima un ritmo de estudio más
intenso.
El problema es agobiarse demasiado tarde, cuando ya no hay
posibilidad de reacciónar.
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