La ira o la rabia es una de las llamadas emociones
primarias y por tanto universal, y emerge en los primeros momentos de la
vida de los seres humanos.
Las otras emociones primarias son: la sorpresa, el asco, el miedo, la alegría y la tristeza.
Las emociones primarias son procesos directamente relacionados con la adaptación y la evolución, tienen un sustrato neural innato, universal, y un estado afectivo asociado único.
Las otras emociones primarias son: la sorpresa, el asco, el miedo, la alegría y la tristeza.
Las emociones primarias son procesos directamente relacionados con la adaptación y la evolución, tienen un sustrato neural innato, universal, y un estado afectivo asociado único.
El resto de las emociones se denominan
secundarias y son fruto de la socialización y del desarrollo de las
capacidades cognitivas. Algunas de ellas son: culpa, vergüenza, orgullo,
celos, empatía... A diferencia de las primarias, las emociones secundarias
empiezan a surgir a partir de los 2 años y medio. En estas edades ya
empezamos a observar que los niños comienzan a sonrojarse, a avergonzarse en
público por haberse caído, intentan consolar a otro niño al que han pegado,
etc...
Las emociones primarias cumplen una serie de funciones
importantes entre las que destaca la función adaptativa. Esta función
prepara al organismo para que ejecute eficazmente una conducta exigida por las
condiciones ambientales.
Así la función adaptativa que cumple la Ira es
fundamentalmente la autodefensa.
¿Y cómo nos ayuda la ira a defendernos?
¿Y cómo nos ayuda la ira a defendernos?
- Movilizando la energía necesaria para reaccionar, defendiéndonos y/o atacando, en los momentos en que nos sentimos en peligro.
- Permitiéndonos eliminar obstáculos.
- Intentando inhibir las reacciones indeseables de otras personas para evitar una situación de controntación. Hay que tener en cuenta que la ira no siempre tiene que concluir en agresión.
La ira se desencadena sobre todo cuando experimentamos situaciones frustrantes (como el que nos impidan obtener aquello que queremos) y también cuando estamos ante situaciones aversivas (las personas con dolor crónico a menudo manifiestan sentimientos de ira y hostilidad).
Si trasladamos esta emoción al ámbito infantil, podemos concluir sin lugar a dudas que uno de los problemas más comunes con el que se encuentran actualmente los niños está relacionado con su dificultad para controlar la ira.
Se especula con el hecho de que actualmente hay más niños con problemas de autocontrol que en ninguna otra época. Algunos estudiosos piensan que esto se debe a que tienen una deficiente educación emocional.
Sin embargo, es posible enseñar y aprender educación emocional. Con los niños este aprendizaje se puede hacer por medio de actividades lúdicas, lectura de cuentos, juegos y dinámicas grupales que les permiten adquirir y practicar las habilidades adecuadas para incrementar su CE (Coeficiente emocional).
Concretamente la ira es una emoción que debe expresarse de forma apropiada; no de forma impulsiva, ya que esto conlleva una falta de regulación emocional. Así, para que los niños puedan aprender a regular su ira, lo primero que deben saber es reconocer cuándo y en qué situaciones se enfadan, y aprender a proponer estrategias diferentes que les permitirán autoregular su comportamiento.
Son muchos los beneficios que puede aportar a nuestros niños el elevar su inteligencia emocional, entre otros, y tal como dice Rafael Bisquerra desde el Observatorio de Salud de la Infancia y Adolescencia, Faros, puede: "contribuir a disminuir la ansiedad, el estrés, la indisciplina, los comportamientos de riesgo, los conflictos, etc..." Asimismo una buena inteligencia emocional propicia también la tolerancia a la frustración, resiliencia y, en último término, bienestar emocional.